Cuento de Fernando Lizama-Murphy
Y ves el rostro congestionado de don Clemente asomándose por la puerta de su oficina que pregunta ¡Mimí, dónde están las declaraciones juradas? ¿De qué declaraciones juradas me habla, don Clemente? ¡Cómo que de qué declaraciones le hablo, de las que hay que adjuntar a la propuesta que se abre hoy a las doce! Nunca me pidió esas declaraciones don Clemente… ¡Verdad que yo mismo las encargué cuándo fui a firmar las escrituras! –se recrimina en voz alta don Clemente, llevándose la mano a la cabeza– Llame de inmediato a la secretaria de la Notaría Sandoval y envíe a alguien a buscarlas. ¡Urgente! Mire que ya van a ser las once y la propuesta se abre a las doce y son los únicos documentos que faltan. Si no ganamos esta propuesta, mejor nos vamos todos para la casa, Mimí.
Y sin que nadie te diga nada tú, Marito, el junior, sabes que tendrás que correr ida y vuelta las quince cuadras que separan la oficina de la Constructora La Pirámide de la Notaría Sandoval, pero también sabes que a pie no alcanzas a regresar a tiempo entonces le pides a la señorita Mimí su bicicleta, su joya, esa bicicleta rosada, de neumáticos blancos, que tiene dos espejos retrovisores, un timbre y un asiento para sacar a pasear a su hijo de tres años los días domingo por el Parque Bustamante, ese niño que todos en la oficina encuentran igualito a don Clemente y ella a regañadientes te la presta y tú sales pedaleando como un loco, esquivando autos, micros del Transantiago, peatones, coches de guagua, comerciantes ambulantes, ignorando semáforos y discos pare, poniendo en peligro en cada pedaleo tu vida, aunque sabes que si te pasa algo nadie se va a hacer cargo de tus problemas, ni de tu mujer ni de tu hijito recién nacido y en diez minutos estás en la puerta de la Notaría Sandoval, pero la secretaria está hablando por teléfono y tú te paras frente a ella para llamar su atención y le muestras tu reloj y ella te dice con la mano que esperes un momentito y tú te paseas nervioso e insistes en mostrarle el reloj y ella pone su mano en el auricular y te ordena, como junior que eres y que todos se sienten con el derecho a mandar, que mientras tanto pagues en la caja y le respondes que no te dieron dinero y ella, aun con la mano en el auricular y enojada, te dice que lo siente pero que el jefe tiene dadas instrucciones que no se le entregue nada a la Constructora La Pirámide si no paga previamente y tú desesperado intentas comunicarte por celular con la oficina pero se te agotó la batería y sabes que tienes que llegar con esas declaraciones juradas a como dé lugar porque si no lo haces, te echan de la pega y qué va a ser de tu guagüita recién nacida, sin plata para la leche y le ruegas a la secretaria, que continúa hablando por teléfono ¡por favor páseme las malditas declaraciones! le ofreces tu reloj, le juras que luego regresas a pagar y ella, de malos modos y más que nada para deshacerte de ti y continuar hablando tranquila por teléfono, te dice que bueno y tú sales a tomar la bicicleta pero ya no está, se la han robado y miras impotente a ambos lados de la calle y sólo ves autos, peatones, microbuses y sabes que si preguntas, nadie habrá visto nada y escuchas bocinazos que parece que se estuvieran burlando de ti y corres hasta la esquina y abordas un taxi y le dices al chofer a San Isidro con Eyzaguirre, pero a las tres cuadras el auto queda detenido en un taco por lo que te bajas y dejas al taxista reclamando el pago pero estás decidido a continuar corriendo las diez o doce cuadras que te faltan y como no tienes reloj, porque se lo dejaste a la tonta de la Notaría Sandoval, no sabes cuántos minutos te quedan y mientras corres, ves pasar a un viejo guatón arriba de la inconfundible bicicleta de la señorita Mimí y tú sabes que si no lo intentas en ese momento, jamás la podrás recuperar y tendrás que pagarla, tú que ganas el sueldo mínimo y corres detrás del guatón, que al verte, comienza a acelerar y cuando crees que ya le vas a dar alcance, él comienza a distanciarse al mismo tiempo que sientes una puntada en el costado, pero el guatón se vuelve para mirarte con cara burlona y no se da cuenta que hay un recipiente para la basura y choca y se va de cabeza al suelo y tu sacas fuerzas de flaqueza y con el último resuello, tomas la bicicleta y comienzas a pedalear a todo lo que puedes mientras el guatón intenta ponerse de pié y tú piensas que el que ríe último ríe mejor, pero la bicicleta anda apenas porque con el porrazo se le descentró la rueda delantera y roza con la horquilla y no puedes conseguir toda la velocidad que quisieras y el guatón comienza a gritar que le robaron su bici y la gente te mira acusadora, otros intentan perseguirte y tú pedaleas y pedaleas sin mirar atrás, esquivando peatones, automóviles y buses, saltándote las luces rojas, hasta que divisas desde lejos el antiguo edificio donde funciona la Constructora La Pirámide y ya el forro se rompió y se salió de la llanta, por lo que debes tomar la bicicleta en tu hombro y mientras corres, se pierde el último eco de los gritos del gordo entre los bocinazos, las frenadas y los garabatos que te llueven, piensas qué hora será, que seguramente vas a llegar tarde, aunque no has escuchado el cañonazo de las doce, pero quizás es porque vas pensando en otra cosa y van a perder la propuesta y como el hilo se corta por lo más delgado, te culparán y te despedirán del trabajo y qué le vas a dar de comer a tu hijito que nació prematuro y que le recetaron esa leche especial que te cuesta medio sueldo y entras acezando a la oficina y la señorita Mimí pregunta qué le pasó a su bicicleta y agrega indignada que le tendrás que pagar el arreglo y don Clemente te mira, muy relajado y comenta, haciéndose el gracioso, que se había equivocado de día, que la propuesta es mañana.
Buenisima cronica…tipico chileno Don Clemente..el Junior se las mando…jajajaj
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Gracias José Manuel, un abrazo.
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Muy buena crónica!!!
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