JAMES PAROISSIEN: LA TURBULENTA VIDA DEL MÉDICO JEFE DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES

El paso del Ejército Libertador por la cordillera de los Andes, de Julio Vila y Prades (1873-1939). Museo Histórico y Militar de Chile. Recuadro: Diego Paroissien.
El paso del Ejército Libertador por la cordillera de los Andes, de Julio Vila y Prades (1873-1939). Museo Histórico y Militar de Chile. / Recuadro: Diego Paroissien.

Crónica de Fernando Lizama-Murphy

Historia del médico inglés que, luego del desastre de Cancha Rayada, atendió a O´Higgins por las heridas recibidas durante el combate, para que pudiera regresar con San Martín y estar junto a las tropas patriotas en la decisiva Batalla de Maipú.

Uno de los personajes más controvertidos de la historia de la independencia de los países latinoamericanos, fue James Paroissien, quien en 1806 llegó a Sudamérica proveniente de Inglaterra para unirse al ejército de su país cuando invadió lo que hoy es Argentina.

James o Diego Paroissien, porque en América cambió su nombre de pila, nació en Barking, en el condado de Essex, entre 1781 y 1783. Su familia provenía de Francia, desde donde se vieron obligados a huir por seguir la doctrina de Calvino. Estudió medicina y química, aunque no existe certeza de que se haya graduado. En todo caso se sabe que en su país ejerció como cirujano.

Cuando Napoleón mantenía a España subyugada, los ingleses pretendieron usurparle a los íberos los territorios conquistados en América. Para eso se coludieron con Portugal, cuyo rey gobernaba su imperio desde Brasil. El argumento esgrimido era imponer como regente a Carlota Joaquina de Borbón, mujer de Pedro VI de Portugal, para que “resguardara” las colonias mientras el rey español estaba retenido en Francia. Pero la verdadera intención era, por una parte, terminar con el monopolio comercial al que España tenía sometido a su imperio y por otra, acceder a las riquezas que los ibéricos expoliaban a las tierras descubiertas por Colón. Inglaterra vivía una pujante revolución industrial y requería con urgencia materias primas para poder abastecer sus fábricas.

Luego de un mes y medio de lucha contra los ingleses, que habían logrado apoderarse de Buenos Aires, los criollos los expulsaron hasta Montevideo, donde los invasores se hicieron fuertes. Ahí se instaló Paroissien con su consulta médica, dedicándose además al comercio.

Pero un segundo intento de los ingleses, en 1807, por apoderarse de la capital del virreinato del Río de la Plata, volvió a fracasar, obligándolos esta vez a abandonar las colonias españolas del Atlántico Sur. Empujado por la derrota de sus compatriotas, a comienzos de 1808 Paroissien viajó a Río de Janeiro, donde se unió a Saturnino Rodríguez Peña, un criollo rioplatense empeñado en imponer a Carlota Joaquina como regente de su país y que, en concomitancia con los ingleses, complotaba desde la capital de Brasil para conseguir su objetivo.

Aprovechando los conocimientos de química y de mineralogía del inglés, los sediciosos lo utilizaron como espía y lo enviaron de regreso a Buenos Aires bajo el disfraz de representante de la Potosí, La Paz and Peruvian Mining Association, una empresa minera ficticia que haría prospecciones en Alto Perú. Pero el verdadero objetivo de su misión era entregar cartas con instrucciones para la insurrección, dirigidas a los “carlotistas”.

Fue detenido en Montevideo con las cartas en su poder y los captores sugirieron la pena de muerte por traición. Trasladado a Buenos Aires para ser juzgado, asumió su defensa Juan José Castelli, que, para buena suerte del espía, durante la Revolución de Mayo integraría la Primera Junta de Gobierno. Paroissien recuperó su libertad.

Mientras se consolidaban los patriotas en la capital, enviaron un ejército para liberar Alto Perú de la corona española. El inglés, agradecido, se incorporó a esta expedición como cirujano y lugarteniente de Castelli. El ejército republicano fue derrotado, aunque en la huída, Pueyrredón, con la ayuda de Paroissien, saqueó las reservas de la Casa de Moneda de Potosí.

Pero el británico no regresó a Buenos Aires, sino que, por sus conocimientos de química, permaneció en Córdoba a cargo de una fábrica de explosivos que las autoridades argentinas instalaron en esa ciudad para abastecer de armas y municiones a los ejércitos del norte.

A esas alturas, como premio a los servicios prestados a la naciente república, le otorgaron la primera carta de ciudadanía argentina entregada por el nuevo gobierno a un extranjero.

En Córdoba, ciudad en la que permaneció tres años dirigiendo la fábrica de armas, conoció y trató a José de San Martín, que había elegido esa ciudad para convalecer de las muchas dolencias que le afectaban, aunque otras versiones dicen que se recluyó para preparar la invasión a Chile y al Perú.

En abril de 1815 una explosión hizo desaparecer la fábrica y la vida de varias personas. El gobierno cordobés acusó a Paroissien de negligencia y tenía decidido someterlo a juicio, pero él huyó a Buenos Aires, donde se refugió al alero de la masonería y del general Álvarez Thomas. No obstante, la tragedia de Córdoba despertó suspicacias en algunos patriotas, que supusieron un sabotaje, acentuándose las sospechas de que el británico actuaba como doble agente.

El general Álvarez, en medio de la inestable situación política de su país, lo que menos necesitaba era un conflicto por defender a este hombre y decidió enviarlo a Mendoza para que se uniera al Ejército Libertador que se preparaba para cruzar a Chile. San Martín no dudó en nombrarlo cirujano jefe, además de elegirlo como su médico personal.

Luego de participar en la Batalla de Chacabuco, arribó a Santiago, donde lo nombraron Cirujano Mayor del Ejército de Chile. Después del desastre de Cancha Rayada, atendió a Bernardo O´Higgins de las heridas que recibiera durante el combate, para regresar al lado de San Martín y estar junto a las tropas patriotas en la decisiva Batalla de Maipú.

Para el general argentino se convirtió en un asesor importante, tanto así que en premio por sus servicios, lo ascendió a coronel y le regaló una hacienda en Mendoza, además de comprometerlo para que continuara a su lado en la liberación del Perú.

De la cercanía que logró con el prócer da cuenta el hecho de que, después de la caída de Lima, estuvo junto a él en la entrevista que sostuvo con el general realista De la Serna, en la que se discutió la posibilidad de convertir al antiguo virreinato peruano en una monarquía republicana, idea que mucho le agradaba a San Martín. Éste, ratificando su confianza, le encomendó la delicada misión de viajar a Europa con dos objetivos: conseguir el reconocimiento oficial de las naciones del Viejo Continente a las nuevas repúblicas de América del Sur y buscar un monarca para que gobernara el nuevo reino.

Pero las discrepancias entre Bolívar y San Martín respecto a la forma de gobierno que habrían de darle al Perú, que quedaron en evidencia luego de la llamada Entrevista de Guayaquil, terminaron de molestar al argentino, cuyo carácter empeoraba a raíz de los dolores provocados por sus enfermedades. Molesto, regresó a Lima, para de inmediato embarcarse hacia Valparaíso y partir al exilio en Europa. Fue su amigo anglo-argentino quien lo recibió en Londres, acogiéndolo durante un tiempo en casa de un familiar.

Diego Paroissien en América había llevado una vida plena de aventuras y peligros, pero sin conseguir la riqueza que buscaba y lo único que poseía eran los terrenos cedidos por su amigo en Mendoza. Buscando consolidar su futuro, regresó a este continente y tomó contacto con Simón Bolívar, que lo envió junto al general Sucre a combatir a los realistas en Alto Perú. De regreso en Lima fue nombrado Director de Minería y sugirió al gobierno la entrega en concesión de las minas de Potosí.

Investido de su cargo viaja nuevamente a Inglaterra en busca de concesionarios, desde donde regresa convertido en socio y director de una empresa británica, creada para la explotación minera en las nuevas naciones.

Cuando vuelve, se encuentra con que ya se ha creado la República de Bolivia, y Sucre, su presidente, lo ratifica en el cargo de Director de Minería de este nuevo país, sin que Paroissien abandone sus actividades en la minería privada.

Pero a pesar de todas las ventajas comparativas, las cosas no funcionan en su empresa y ésta quiebra a fines de 1826, arrastrándolo a la total bancarrota y al descrédito con las autoridades. Ni siquiera consigue salvar los terrenos que San Martín le cediera en Mendoza.

De esta misma época data un interesante proyecto que se le atribuye y que consistía en la construcción de un canal que uniese el Pacífico con el Atlántico a través de la cuenca del Amazonas.

En 1827, arruinado y desmoralizado, James o Diego Paroissien se embarca rumbo a Valparaíso, quizás pensando en la forma en que reconstruiría su vida, pero la muerte lo sorprende durante el viaje. Sus restos descansan en el puerto chileno.

No existe constancia de que dejara descendencia.

Fernando Lizama Murphy

Octubre 2015

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