INÉS DE BAZÁN, DEFENSORA DE CHILOÉ

Crónica de Fernando Lizama-Murphy

Ines_de_BazanLa guerra por la conquista del sur de Chile enfrentaba a españoles y mapuches con importantes bajas por ambos lados. Los peninsulares, para atender a sus heridos lejos de la contienda, implementaron una especie de hospital de campaña en la ciudad de Castro, en la isla de Chiloé. Hasta allá trasladaban a sus heridos para que se repusieran y pudiesen regresar al combate.

Como el área de extensión del conflicto era muy amplia y no disponían de suficiente contingente para cubrirlo, los españoles confiaban a unos pocos soldados la defensa de esa ciudad, los que, en caso de ataque, debían ser apoyados por los heridos que estuvieran en condiciones de hacerlo. Además de los soldados moraban en Castro, en una cuarentena de casas, algunos comerciantes con sus familias y doña Inés de Bazán Orostegui, viuda de Juan de Oyarzún, uno de los soldados que luchó y murió en la conquista de la isla, bajo el mando de Martín Ruiz de Gamboa. La mujer vivía ahí junto a sus tres hijos.

A fines de junio del año 1598 zarpó de Rotterdam, Holanda, una flota de cinco naves destinadas a trasladar comerciantes y sus mercaderías para que comerciaran en América. Como España tenía el monopolio del comercio con las colonias normalmente estas naves se dedicaban al contrabando, además de espiar a sus enemigos peninsulares.

Para su viaje, eligieron como vía el Estrecho de Magallanes. Pero como solía ocurrir en la época, las tormentas dispersaron a las embarcaciones y una de ellas, la Fidelidad, capitaneada por Simón de Cordes, se vio obligada a recalar en una isla del archipiélago de Los Chonos. Ahí los marinos fueron atacados por nativos que causaron la muerte de varios, entre los que se contaba el capitán.

Tomó entonces el mando su hermano, Baltazar de Cordes, que encontró refugio en la península de Lacuy, al norte de Chiloé. El marino, que no contaba con más de veinticinco años, estaba escaso de víveres y desorientado. Al separarse del resto de la flota y perder a su hermano y capitán no tenía claro qué derrotero tomar. Entonces se encontró con algunos desertores españoles que vivían entre los huilliches, aliados de los mapuches y enemigos acérrimos de los colonizadores, quienes le informaron que en Castro podrían encontrar todo lo que necesitaban y que si lograban expulsar a los conquistadores, ellos los compensarían con una importante cantidad de oro.

Baltazar de Cordes, con este inesperado estímulo, recaló en la bahía de Castro simulando ser un comerciante. Mediante regalos y el anuncio de que los huilliches le habían ofrecido oro a cambio de la entrega de la ciudad, lo que era verdad, pero que él jamás haría una felonía así, logró conquistar la confianza, primero del Capitán Pedro de Villagolla, ayudante del Corregidor Baltazar Ruiz de Pliego y luego del propio jefe de la plaza. Durante una visita de cortesía a su nave, asesinó a cinco oficiales y poco después hizo degollar al Corregidor, apoderándose de Castro.

Diez españoles lograron huir de la trampa y otros quince se encontraban fuera, recorriendo los sectores de la periferia. Pero la mayoría de los heridos, los civiles, sobre todo mujeres, que eran el botín apetecido por los indios, quedaron cautivos del holandés.

De Cordes se sintió poderoso y apoyado en sus hombres, decidió nombrarse “Rey del Archipiélago”. Para conservar su hegemonía y evitar sorpresas sobre su “reino”, hizo construir una empalizada en torno a la ciudad, reforzar las fortalezas y edificar una especie de castillo en el centro del caserío. Sus aliados huilliches acamparon fuera de la estacada.

Pero los prófugos, dirigidos por el capitán Luis Pérez de Vargas, cuya familia había quedado secuestrada por los atacantes, decidieron pedir ayuda a Osorno y, mientras llegaba el apoyo, intentar la reconquista. Organizaron un contraataque del que De Cordes, informado por algunos espías, tuvo conocimiento anticipado, preparándose para repelerlo con la artillería que desembarcó de la Fidelidad. Pero las armas no funcionaron.

Apoyado en su superioridad numérica, el holandés igual consiguió poner en fuga a los atacantes, aunque éstos pudieron rescatar a siete cautivas. Furioso, buscó la causa de la falla en el armamento. Se encontró con que la pólvora fue premeditadamente mojada y las mechas de los cañones desaparecidas. Era evidente un sabotaje.

Investigando, logró establecer que Inés de Bazán, la viuda que aparentaba ser una mujer sumisa, en concomitancia con un soldado de apellido Torres, mojaron la pólvora y arrojaron las mechas al mar. La leyenda dice que, cuando le faltó el agua, la dama no dudó en orinar sobre los explosivos para dañarlos y así evitar que los utilizaran en contra de sus compatriotas.

El holandés descubrió que Inés de Bazán y el mencionado soldado habían asumido el liderazgo de la resistencia dentro del fuerte y que desde ahí apoyaban a sus enemigos.

Baltazar de Cordes condenó a muerte a ambos líderes, pero solo ahorcó a Torres. A la dama le perdonó la vida, aunque ordenó que la desnudaran en la plaza de Castro y le propinaran treinta latigazos, que ella recibió con bastante entereza (el padre Diego de Rosales, en su Historia General del Reino de Chile, habla de trescientos latigazos, cifra poco probable que resistiera). Además, con un madero, le destrozaron el rostro, cuya hermosura, ya famosa, pasó a ser legendaria.

Lo que no calculó el invasor, fue la reacción airada de los españoles, que se enardecieron por la deshonra a la que habían sometido a una dama de su país y siempre dirigidos por Luis Pérez de Vargas, planificaron un ataque en forma sistemática. Durante semanas, atrincherados tras los árboles, día y noche disparaban en contra de los centinelas o de aquellos que intentaban abandonar la ciudad hacia el lado opuesto al mar.

Hasta que supieron que el Coronel Francisco del Campo, que en ese momento se preparaba para repoblar Valdivia después del desastre de Curalaba, avisado de lo que ocurría en Chiloé, cambió de rumbo y se dirigió con ciento cincuenta soldados a Castro.

El Coronel, como no disponía de una nave, atravesó el canal hacia la isla con sus tropas sobre dalcas (piraguas), con los caballos a nado asidos por las riendas. Logró contactarse con los que resistían en la isla, se unieron y planificaron el ataque.

En lo que se llamó el Combate de Castro y que los historiadores consideran como parte de la Guerra de los Ochenta Años, Del Campo atacó la plaza por tres flancos, exterminando el cordón de huilliches que protegía el entorno y acorralando al holandés en el castillo que había mandado a construir. Como se negó a rendir la ciudad, el Coronel ordenó a los soldados prenderle fuego con los sobrevivientes en su interior. Pero de Cordes logró huir a través de un forado y corriendo cerro abajo abordó una chalupa hasta su nave, en la que permanecían diez tripulantes. Al final de la contienda, salvó con once hombres, incluidos los de a bordo.

En el campo quedaron los cuerpos de 28 holandeses, 300 indígenas y 10 españoles. Los heridos fueron múltiples por ambos lados. En las escaramuzas anteriores, los hombres de Luis Pérez habían logrado abatir a varios enemigos.

Del Campo hizo ajusticiar a los holandeses sobrevivientes, a muchos huilliches y a los españoles desertores que fueron capturados.

Doña Inés de Bazán, por su acto heroico, consiguió una encomienda aurífera en las riberas del río Gamboa, cerca de Castro. Falleció en la tranquilidad de su hogar hacia 1630.

Baltazar de Cordes fue apresado por los portugueses en las islas Molucas acusado de traición. Se desconoce cuál fue su destino.

La historia, como lo ha sido con muchas mujeres que participaron en la conquista, la tiene casi olvidada, salvo por Benjamín Vicuña Mackenna que la recuerda en su Historia de Valparaíso:

«El pérfido corsario holandés, que traicioneramente se apoderó de Castro, completó, sin quererlo, el terceto de heroínas de Chile colonial que llevaron igual nombre: Inés de Suárez, Inés de Aguilera e Inés de Bazán».

 

Fernando Lizama-Murphy

3 comentarios en “INÉS DE BAZÁN, DEFENSORA DE CHILOÉ

  1. KARL-HEINZ GOTHE

    FERNANDO
    ME ENCANTAN TUS ARTÍCULOS LOS SIGO CON MUCHA ATENCIÓN, TE FELICITO, CUANDO ANDES POR EL MALL ACÉRCATE A NUESTRA MESA A COMPARTIR ALGUNAS IDEAS, SALUDOS CARLOS GOTHE

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