JAMES PORTER, EL BANDIDO ENAMORADO

Crónica de Fernando Lizama-Murphy

Muchos habitantes de la ciudad de Valdivia creen que esta historia es una leyenda. La conocen trasmitida de boca en boca por los campos y en la ciudad desde hace ya varias generaciones. Pero gran parte de ella es verdad. En dicha leyenda, que el eco del tiempo trae hasta nuestros días, los personajes no tienen nombre y solo se conocen como: Los Doce Evadidos de Tasmania.

His Majesty's Jail, Hobart Town
His Majesty’s Jail, Hobart Town. Henry Melville, 1834.

Esto es parte de lo que nos cuenta la historia.

El sistema carcelario de los ingleses en su isla estaba colapsado. La solución: convertir a Australia en una gigantesca prisión. Entre 1788 y 1868 la isla/continente sirvió de cárcel, se calcula, a unos ciento ochenta mil reclusos de distinta procedencia y por diferentes crímenes. Para resarcir a la corona de los gastos ocasionados por su permanencia, los presos eran obligados a trabajos forzados.

La vecina Tasmania, cuyos aborígenes fueron exterminados por los británicos, que incluso usaron sus pieles para la confección de bolsos y carteras, estaba separada de Australia por el Estrecho de Bass, y a medida que la gran isla se fue poblando con nuevos colonos, la pequeña vecina se convirtió en uno de los más activos centros de reclusión.Hobart, su actual capital, fue la primera cárcel que se construyó en el lugar, o mejor dicho, el sitio en el que vivían los carceleros. Al principio, y por un tema de economía, a los reclusos los hacían vivir en naves viejas, desarboladas.

En ese ambiente estaba preso James Porter, se dice que por robar seis pares de zapatos.
Porter era un marino temerario, decidido, que cruzó mil veces los océanos a bordo de barcos balleneros. Durante una escala para reabastecerse y efectuar reparaciones decidió permanecer en Valparaíso, donde encontró a la mujer que le dio afecto y un hijo.

Pero la mar llama con una fuerza arrolladora y cuando se embarcó nuevamente, prometió regresar pronto y con dinero suficiente para hacer de ese sitio y de esa familia su hogar definitivo.
Pero en el intertanto cometió el delito que lo llevó a Tasmania.

Porter era hombre inteligente y habilidoso. En prisión pronto se convirtió en un buen carpintero y fue destinado a los astilleros ubicados en Macquaire Harbour, en el oeste de Tasmania, donde los británicos construían y reparaban naves. Pero en lo más íntimo del recluso latía el deseo de libertad y de regresar con su familia. Con ese horizonte en su mente comenzó a planificar la fuga.
A fines de 1833 botaron al agua al Frederick, un bergantín que estaría destinado al traslado de mercaderías entre Tasmania y Australia. La nave se ancló en la bahía para que los maestros terminaran sus detalles interiores y la dejaran en forma para que comenzara a viajar.
El 11 de enero de 1834, Porter y otros once reclusos dieron el golpe. Sometieron a sus custodios, los enviaron en una barcaza a la orilla, se apoderaron de la nave y huyeron de Tasmania, aprovechando los vientos favorables. Su destino, Chile.

Por supuesto que el Frederick, en su viaje inicial, no estaba preparado para un recorrido así, además que ninguno de los prófugos tenía la suficiente destreza como para dirigir una nave en una travesía de esta naturaleza, pero el empuje de la libertad da alas a los más descabellados sueños.

Luego de temporales, de desencuentros entre ellos y de muchas otras peripecias, un mes y medio después estaban frente a las costas de Valdivia. Pese a que no se reuniría de inmediato con su amada y su hijo, Porter prefirió evitar Valparaíso, donde podría ser reconocido y capturado.
En alta mar procedieron según lo planificado. Hundieron a la Frederick y en uno de los botes salvavidas llegaron a Corral, simulando ser sobrevivientes de un naufragio.
Según la versión de Fitz-Roy, que pasó por Valdivia alrededor de un año después del episodio, el intendente Isaac Thompson tenía la sospecha de que los marinos ingleses, que tan bien se desempeñaban en los astilleros locales, podían ser prófugos de alguna colonia penal.
Otra versión asegura que Porter prefirió contarle la verdad al intendente, quien la ignoró frente a la necesidad de mano de obra calificada que tenían en Valdivia en ese momento y a la promesa de buena conducta que recibió de los evadidos.

Según esta última versión, un grupo de prófugos, temerosos de que el intendente los traicionara, se embarcó en un falucho y navegó hasta el Perú, donde uno de ellos, borracho, habló más de la cuenta en una cantina. Fueron capturados y embarcados en la fragata Blonde, cuyo capitán, al parecer, pensó en cobrar alguna recompensa por su entrega. Denunciados por sus compañeros, pronto la fragata arribó a Valdivia y capturó a los cuatro evadidos que ya llevaban más de dos años viviendo a orillas del río Calle-Calle.

Tres de ellos habían formado familia y Porter mandó por su mujer y su hijo, también para establecerse en el puerto que les había dado cobijo.

Nuevamente presos, en la Blonde fueron trasladados a Inglaterra y luego enviados de regreso a Hobart, en Tasmania. Ahí los juzgaron por piratería y por romper el juramento de lealtad que todos los marinos hacían al embarcarse. En principio, su pena era la muerte.
Porter, que durante el juicio tomó notas y se defendió con mucha inteligencia, según un informe de la Corte, logró evitar la horca, pero acumuló una condena de veintiocho años de cárcel.

Apoyado en sus habilidades manuales consiguió regresar a los astilleros, ahora ubicados en Port Arthur. Ahí, durante un siniestro que puso en peligro la vida de varios oficiales, tuvo una actuación heroica que lo hizo merecedor a una rebaja de la pena a la mitad. Posteriormente en otro incidente tuvo otra participación destacada y la condena se redujo a cuatro años.
Fue puesto en libertad, en Sidney, en 1846, pero apremiado por las necesidades, cayó preso por hurto. Un año después logró huir y se le perdió el rastro.

Es muy probable que cambiara de identidad y que lograra embarcarse en algún navío chileno, que por esos años habían abierto una ruta portando granos, frutos secos y harina hacia Australia, trayendo de regreso carbón.

Seguramente murió en Valdivia o en Valparaíso, oculto en esa otra identidad y junto a la familia que tanto luchó por conservar.

Tal vez algún lector de esta crónica es descendiente, sin saberlo, de James Porter, el bandido enamorado.

©Fernando Lizama Murphy

Talca, marzo de 2015

Fuentes
Libro: 150 Episodios Nacionales – Armando Silva Campos

Artículo: La Única Navegación del Bergantín Frederick – Jorge Sepúlveda Ortiz

Sitio web: Patrimonios de la Humanidad de la Unesco – Recintos Carcelarios Australianos. 
Blog: Leyendas Urbanas de Valdivia: Los Evadidos de Tasmania.

Ilustración: Henry Melville, ‘His Majesty’s Jail, Hobart Town’, 1834 (W.L. Crowther Library, SLT)

 

2 comentarios en “JAMES PORTER, EL BANDIDO ENAMORADO

  1. Niní

    Muy interesante estas historias, que me gusta leer en forma muy cronológicas, ya sea de la edad del personaje quien la vivió, como la época en que se registró en la historia. A veces quedan durmiendo en alguna biblioteca por falta de interés de lector o porque no fue integrada a la historia. ya que la nacionalidad del personaje que la vivió no aportó nada al país que lo cobijó
    Me fascina leer historias sobre personajes anónimos….. quizás para mí. Gracias por compartir

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