La historia de esta mujer es extraordinaria. Alguna vez fue muy hermosa. Embarcada por un crimen atroz, convivía a bordo con el capitán. Poco antes de llegar a la latitud de Buenos Aires, conspiró con otras mujeres convictas para asesinar a todos a bordo, salvo unos pocos marineros…
Charles Darwin
Partiremos diciendo que el título de esta crónica es, en parte, mentira. El motín existió y las convictas también, pero diversas investigaciones han demostrado que los dichos del célebre Darwin no ocurrieron como a él se los narraron. Pese a toda su sabiduría, en este caso se hizo eco de chismes de cantina para describir a Mary Clarke, la principal protagonista de este curioso episodio que se inicia cuando expiraba el siglo XVIII. La historia es distinta, aunque con un fondo de verdad.
En febrero de 1797, 66 mujeres son embarcadas en Falmouth, puerto inglés, a bordo de la fragata Lady Shore. Todas son convictas por haber cometido distintas fechorías tales como robos, mendicidad, prostitución, asesinato, cuyas condenas fluctúan entre siete años y prisión perpetua. Con las cárceles británicas atiborradas, con los Estados Unidos de Norteamérica, que desde que se declararon independientes dejaron de recibir condenados, el triste destino que esperaba a estas damas era la colonia penitenciaria de Botany Bay en Australia.
Cabe hacer notar que la justicia inglesa, alguna vez muy cuestionada por sus fallos considerados “blandos” por la aristocracia, endureció la mano a tal punto que delitos muy pequeños, como el de una mujer acusada de no devolver una manta que le prestaron, recibían castigos de siete años de prisión. Existe una lista con los nombres de las mujeres y los delitos cometidos, por eso podemos saber que 55 de ellas estaban condenadas a siete años, una a catorce y las diez restantes a cadena perpetua. ¿Por qué? Se puede leer sobre una mujer castigada por robar un pañuelo de seda, otra por robar queso y así, algunos delitos que hoy no merecerían ni la concurrencia a un tribunal. Con los hombres eran más rigurosos aún. Thomas Eccles de 43 años, por robar tocino y pan, fue condenado a muerte.
Seguir leyendo «EL MOTÍN DE LAS CONVICTAS»