CRIANZA DEL MAPUCHE

la chuecaA propósito del artículo “Crianza del indio”, del libro “Comentarios del Pueblo Araucano II” de Manuel Manquilef, editado en 1914

Nos parece que no existen estadísticas sobre la longevidad de los mapuches, pero hay una fotografía de un anciano fallecido el 25 de Julio de 1911 al que se le atribuían 150 años, según cálculos. Esta fotografía salió publicada en el libro “Comentarios del Pueblo Araucano II” de Manuel Manquilef, editado en 1914.

Los mapuches practicaban muchos deportes; preparando a sus hijos para la guerra les enseñaban desde juegos de astucia, como la “Gallinita Ciega” (maumillán) o a caminar sobre zancos (trentrikautun) a uno parecido al fútbol (trümun). También practicaban carreras (lefün), saltos (rünkütun), esgrima (lligkan), a luchar con la lanza (rigitun), a tirar con la honda (witruetun) o con flechas (pülkitun). Y muchos otras actividades que, convertidas en juegos, estaban destinadas a preparar a los hombres, de todas las edades, para la lucha. Seguir leyendo «CRIANZA DEL MAPUCHE»

EL SOMBRERO DE LA CONDESA

Se embarcó entre gallos y medianoche, huyendo de su Hungría natal. Cambió su nombre en el camino. Antes, a bordo de un vapor, había enviado a sus parientes de Chile un baúl gigante de alcanfor con lo rapiñado a las arcas de su país, aprovechando el caos de posguerra.

En su patria era una condesa perseguida por la justicia. Acá, una mujer acogida por la elite santiaguina que, omitiendo su pasado, la incorporó a la vida social que tanto agradaba a la folklórica parodia local de la Belle Époque.

Cuando espías de su país la ubicaron en Chile, solicitaron su extradición, aunque sin mucho afán. Era de mal gusto juzgar a un miembro de la nobleza. Las autoridades nacionales pasearon por años entre los escritorios de la cancillería y de los juzgados la petición magyar. Así transcurrió el lustro necesario para que la condesa olvidara sus culpas y retomara, sin tapujos, sus antiguos títulos. Entonces, con mayor razón pasó a ser invitada de honor a todos los eventos sociales. La burguesía local buscaba su cercanía, aunque no faltaran aquellos que la apuntaban con el dedo, pregonando el pasado oscuro de la noble y hermosa dama. Seguir leyendo «EL SOMBRERO DE LA CONDESA»

ALLEN GARDINER, EL VENDEDOR DE BIBLIAS

Si me fuera concedido un deseo para el bien de la humanidad,

sería que la misión de Tierra del Fuego fuera proseguida con vigor…

Pero el Señor dirigirá y lo hará todo,

porque el tiempo y las razones son suyos

y los corazones están en sus manos…

Testamento de Allen Francis Gardiner

Alan Gardiner1834 fue un año trágico para Allen Gardiner. Murió su mujer, Susan Reade, y uno de sus cinco hijos. Esto tuvo dos consecuencias para el futuro de este marino: lo obligó a renunciar a su puesto de Comandante en la Real Armada Británica para dedicarse al cuidado de los hijos sobrevivientes, y lo envolvió una profunda onda mística que lo llevó a dar un giro radical en su vida.

Ahí nació el misionero que recorrió casi todo el mundo difundiendo su doctrina para, finalmente, morir por ella.

Nació en Basildon, Inglaterra en 1794, en el seno de una familia de anglicanos observantes. Inculcada por sus padres, desde pequeño llevó la simiente religiosa, pero a los catorce años ingresó a la Academia Naval y comenzó a recorrer el mundo. Embarcado en el Dauntless visitó China y Nueva Guinea, asombrándose de las religiones aborígenes que, según él, por su idolatría condenaban a quienes las practicaban. De regreso en Inglaterra solicitó al Obispo anglicano de Gloucester el respaldo para predicar la verdadera palabra durante sus viajes. Seguir leyendo «ALLEN GARDINER, EL VENDEDOR DE BIBLIAS»

LA OBSESIÓN DE MR. SPENCER

Mr. Spencer, proveniente de Edimburgo, ancló en Valparaíso durante el verano de 1908, poco después del enésimo terremoto que asolara al puerto. Tenía veinticuatro años recién cumplidos.

La escala, destinada a analizar fenómenos sísmicos, convirtió al puerto en su residencia definitiva. Se quedó para saciar su inagotable sed por conocer todo lo descubierto o por descubrir.

Esa ansiedad lo convirtió en un solitario. Amo de su tiempo y de su vida, se desplazaba al lugar donde el instinto le advirtiera sobre la posibilidad de algún suceso notable. Todas las investigaciones de Mr. Spencer surgían “desde las tripas”, como llamaba él a ese espíritu observador en su castellano engominado.

Su admiración incondicional por Darwin fue decayendo cada vez que releía El Origen de las Especies, pues crecían las dudas respecto a, según él, la pata coja de la teoría de la evolución. Spencer sostenía que su compatriota no había considerado el problema espiritual. Sus propios estudios lo habían llevado a concluir que en el universo existía un número determinado e inamovible de almas, que estimó en diez mil ochocientos veinticuatro millones setecientos cincuenta y seis mil ciento catorce. Esto significaba que se requería que alguna forma de vida desapareciese para que otra surgiera. La cifra incluía a todas las especies vivientes, incluso los microorganismos conocidos hasta entonces. Según Mr. Spencer afirmaba, todos tenían alma. Seguir leyendo «LA OBSESIÓN DE MR. SPENCER»

BATALLÓN 45

Mr. Brown abandonó el sillón con dignidad, mientras sus ojos vidriosos retenían las lágrimas. Caminó por el pasillo hasta la escala. Los ecos de ofensas y amenazas retumbaban en sus oídos casi sordos. Subió al dormitorio arrastrando sus ochenta y dos años, cerró la puerta con pestillo y se encogió en el lecho como un recién nacido. Había decidido partir a primera hora.

Cuando el Sol rasguñaba las cumbres y las olas aún no despertaban, salió en silencio, llevando solo un maletín con pertenencias imprescindibles, como la fotografía de su Deborah, muerta diez años antes. Su otra mano la ocupaba el paraguas. Antes de alejarse, contempló con tristeza la casa, cobijo de su familia por tantos años.

Lo cotidiano comenzó a invadir el plan de Valparaíso cuando Mr. Brown ya llevaba una hora en un escaño de la plaza de la Victoria, esperando la apertura del banco. Pidió hablar con el agente.

Seguir leyendo «BATALLÓN 45»

EL BATERISTA

Mi nombre es Alfredo Mercupillán, Fredy Mércupi en el ambiente artístico. Soy el baterista de la banda de rock progresivo “Los Estúpidos”. Sí, como se oye. Seguramente se preguntarán por el origen de tal nombre; les explico que somos cinco integrantes, que comenzamos a tocar, con mucho éxito, en fiestas de la universidad. Cuando decidimos profesionalizarnos, se lo comunicamos a nuestras familias. Consideraron nuestro proyecto como una soberana estupidez. El bautizo fue fácil. Hoy, varios de aquellos que antes nos descalificaron, viven a costillas nuestras. Seguir leyendo «EL BATERISTA»