CONJURO A LAS LUCIÉRNAGAS

niño mapucheLa primera vez le dijo que era el sacristán, la segunda fue el alcalde, luego, un policía, un albañil. Rosalía seguía el juego, sabiendo por la voz y el aliento que era Marcos, su vecino leñador, marido de Edelmira.

Muerta Clara, su madre, Rosalía creció al amparo de sus tíos, mostrando ahora, en la adolescencia, una belleza inquietante. El pelo negro enmarcaba un rostro moreno, armónico, poseedor de unos inútiles ojos ambarinos.

Marcos se ausentaba por semanas, talando en remotos rincones del bosque. A su regreso, dormía días enteros mientras Edelmira recolectaba moras, mosquetas o callampas para contribuir al sustento. Salía ella y él despertaba para cruzar hasta la rústica vivienda de la vecina. Creía engañarla con su burdo camuflaje verbal.

La ciega se dejaba seducir, ajena a las consecuencias de su candidez. Evocaba el suave y tierno cariño materno, pero se entregaba sin resistencia a este hombrón rudo, de manos callosas, simulando desconocer su identidad. Temía perder ese único afecto brutal y por eso guardaba un silencio cómplice. Cuando él dejó de visitarla, Rosalía supuso que fue porque intuyó que en su vientre latía un nuevo corazón. Seguir leyendo «CONJURO A LAS LUCIÉRNAGAS»

DIECISIETE POR CIENTO

Young girl with a scarf Varanasi Benares India_Jorge RoyanLa visito por última vez para contarle que mañana parto para la India, mamá. Sí, a Rajastán, Jaipur para ser más específico. En realidad, no soy yo quien se va. Viaja Juan Andrés Valdés Baldovinos, pero soy yo. En doce años de cárcel se aprenden muchas cosas, entre otras, a falsificar documentos que le abren un sinfín de puertas que la sociedad le cierra de golpe cuando ha estado preso, mamá. Me voy con dinero obtenido de bancos con esos mismos documentos falsos. Porque un ex presidiario no tiene espacio en este país, mamá. No puede trabajar ni tiene posibilidades de ganarse el dinero en forma decente, mamá. La única opción es seguir delinquiendo. Y eso que yo nunca robé ni timé o estafé a nadie, mamá. Estuve preso por causas que en otros sitios ni siquiera constituyen un delito y que son las que me llevaron a elegir Jaipur y no otro destino. Pero mi certificado de antecedentes personales deja constancia expresa de mi condición de delincuente, mami querida. Ese es el candado que me clausura todos los espacios. ¡Ahora sí que soy un malhechor! Ahora que he falsificado documentos para obtener dinero ilícito o un pasaporte para conseguir visa hindú. ¿Antes, mamá? ¡Jamás lo fui! Todo lo que le dijeron fue mentira. Siempre me gustaron las niñas pequeñas y no veo nada malo en ello, mamá… porque yo no las dañaba, mamá. Lo hacía con cariño. Seguir leyendo «DIECISIETE POR CIENTO»