EL VAPOR DE LA DUCHA

Cuando finalizaba la fiesta por mis ocho años, los amigos, entre risas, me comentaron que mi padre los había acariciado.

—Conmigo siempre lo hace —les expliqué, nervioso.

—Pero tú eres su hijo —replicaron con sorna.

Mi madre minimizó el tema:

—Tú sabes cómo es tu padre. Siempre querendón con los niños —me dijo.

—Es que me avergüenza que acaricie a mis amigos. Seguir leyendo «EL VAPOR DE LA DUCHA»

UN FOTÓGRAFO CIEGO

fotógrafo de plazaLa diabetes, con su paso cansino, privó a Leopoldo de sus atributos. Ya le había devorado dos dedos del pié y ahora iba por la pierna entera. Su memoria lo abandonaba como la gotera a la llave. Pero para su oficio, lo peor era la ceguera que le envolvía los ojos con su gasa sombría. La plaza de San Teobaldo se difuminaba ante él como en un eterno invierno.

La cámara Leica, su “socia”, entregaba imágenes inciertas que en nada se parecían a aquellas en las que eternizara actos cívicos, romances, familias y niños que ya eran ancianos como él. Los reclamos por desenfoque, cabezas amputadas o familias divididas, aumentaban. Pero Leopoldo, que se negaba a aceptar el deterioro de su vista, culpaba a la calidad de los líquidos reveladores y a su vieja cámara. Repetía muchas veces una toma, para lograr una foto mediocre y la paciencia de los clientes se agotaba pronto. Ya no esperaban, como antes, para ver su retrato en el papel. Cada vez con más frecuencia necesitaba que su amigo manisero enfocara y revelara, limitándose a oprimir el obturador. Seguir leyendo «UN FOTÓGRAFO CIEGO»

LA SOMBRA DEL PAPAGAYO

papagayoEl hombre, con aspecto de filibustero escocés, calza unas viejas botas de cordones largos desatados. De noche, se dirige con seguridad hacia la casa en la que los moradores intentan dormir. El golpe en la puerta con un báculo retumba en el silencio nocturno, provocando pavor. Junto al tenue haz de luz que despide la puerta al entreabrirse, asoma parte del rostro ojeroso de una anciana. A sus espaldas se percibe la presencia de un hombre, viejo también.

—¿Qué se le ofrece? —pregunta ella, con voz trémula.

—Vengo por el papagayo —responde la voz cavernosa del filibustero. Seguir leyendo «LA SOMBRA DEL PAPAGAYO»

LA MÁQUINA

La MáquinaEn el vecindario lo conocimos como “La Máquina”. Jamás nos preocupó conocer su verdadero nombre. Tendría unos diez años más que yo, medía cerca de dos metros y pesaba, por lo menos, ciento treinta kilos. Su inteligencia era inversa a su musculatura.

Fui testigo de su fuerza impresionante cuando la Chevrolet Apache amaneció con el neumático desinflado y mi padre recordó, enrabiado, que tenía la gata prestada. Jugando le dije:

—Máquina, levanta la camioneta.

Y él la alzó como si se tratara de un saco de cemento. La mantuvo en alto hasta que mi viejo le instaló un tronco bajo el eje. Cuando hubo cambiado la rueda, La Máquina la depositó con suavidad en el suelo. Quedamos todos boquiabiertos. Seguir leyendo «LA MÁQUINA»