LUIS FERNÁNDEZ, LA PRINCESA DE BORBÓN, TRAVESTI Y ESTAFADOR

Luis Fernández, la "Princesa de Borbón"La historia de la humanidad no la han escrito solo los héroes, los pensadores, los políticos, los científicos u otros personajes importantes. También tienen espacio aquellos que han buscado por otros caminos el éxito, la riqueza y la fama. Con el paso de los años queda la anécdota, a veces graciosa, a veces trágica, pero en el momento en el que ocurren los hechos dejan huellas que reflejan, en parte, lo que fue su vida y su época. Es el caso de Luis Fernández, un gallego que, carente de expectativas en su España natal, decidió seguir a otros parientes que buscaron el esquivo bienestar en la Argentina del 1900.

De sus orígenes, lo único que se sabe con relativa certeza es que nació en una aldea campesina aledaña a La Coruña. Con los pocos datos disponibles se estima que fue hacia 1873, pues ocurrió en la época de la Primera República. En algún momento de su vida confesó que ya en las fiestas de su aldea acostumbraba a vestirse con las ropas de su madre. Le gustaba bailar y cantar con su voz aflautada, que entre sus paisanos provocaba risas. Parece que nada le agradaba del entorno rústico; el trabajo campesino le fastidiaba y el único camino que encontró para desarrollar su vena artística fue emigrar.

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La Dama de Ampato

Crónica de Fernando Lizama-Murphy

Dama de AmpatoIllariy, una muchachita quechua de catorce años, nunca imaginó que la atronadora y prolongada erupción del volcán Sabancayo, ocurrida en 1450, le costaría la vida y en cierta forma, le daría eternidad.
Durante más de seis meses el macizo andino, cercano a Arequipa, estuvo escupiendo lava, humo y cenizas sobre los poblados vecinos. Los cultivos se dañaban, los guanacos, las llamas y las vicuñas, estaban inquietas. Nadie se sentía a salvo.
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MARTINA CHAPANAY, BANDOLERA CUYANA

Crónica de Fernando Lizama-Murphy


“Fue la gaucha-gaucho, la mujer-hombre, arrojada y valiente.

Fue la gaucha rebelde que se convirtió en mujer samaritana.
Fue la gaucha cerril que se convirtió en santa gaucha.
Fue el gaucho de la región andina y de la travesía.
Martina Chapanay fue expresión del valor y capacidad de la mujer de la travesía».

José Casas.

Martina ChapanaySobre Martina Chapanay, en Argentina, se han escrito novelas, ensayos y poemas. Se han filmado películas y representado obras de teatro. En su honor hasta se puede escuchar en YouTube una cueca sanjuanina interpretada por los Trovadores de Cuyo. (VER)

Su supuesta tumba, en la localidad de Mogna, pueblo ubicado a 120 km al norte de San Juan, es objeto de peregrinación y los campesinos del sector le atribuyen milagros, como rescatar ganado perdido, arreándolo de vuelta donde sus dueños y esfumándose cuando los ve a salvo.

Pero como ocurre con muchos personajes que surgen espontáneamente (sobre todo en zonas rurales remotas en las que la soledad abre la imaginación para dejar un generoso espacio a las leyendas) y que por sus actos se arraigan en la cultura popular, el mito se confunde con la realidad y abundan las versiones sobre sus orígenes, sobre su vida y obra, sobre su muerte y el sitio en el que descansan sus restos. Los “dicen que” o “me contaron que” inician la construcción de múltiples personalidades a partir del ser humano que les dio vida. Y en este caso los “dicen que” son abundantes e inevitables. También los “casi”. Porque casi nada es certero, casi ninguna verdad es definitiva, casi toda su vida tiene un episodio alternativo.

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EL PADRE LUIS DE VALDIVIA, DEFENSOR DE LOS MAPUCHES

Crónica de Fernando Lizama-Murphy

Mártires de Elicura
Mártires de Elicura. Sacerdotes jesuitas siendo asesinados por guerreros mapuches en 1612. Hist. de Chile. Padre Alonso de Ovalle.

Durante la conquista de América existieron muchas figuras que la historia fue sumiendo en una especie de nebulosa. De estos hechos y personajes ―de algunos más que de otros― existen registros, crónicas y tradiciones que con los años se fueron distorsionando hasta convertirse en mitos o leyendas, cuya verdad, en algunos casos, dejó de ser importante para que sobreviviera la fábula.

Entre ellos la historia ha destacado, para bien o para mal, a muchos hombres de iglesia que participaron en el proceso colonizador. Aunque hay varios cuyas acciones no han tenido la trascendencia que debieran para las nuevas generaciones, que simplemente los han echado al olvido.

Uno de ellos es el jesuita Luis de Valdivia.

El padre Valdivia nació en Granada en 1560 y a los veinte años ingresó a la Compañía de Jesús. En 1589, recién ordenado, fue enviado como misionero al Perú, donde permaneció por cuatro años. Venía muy influenciado por las ideas y normas que en España dictara el padre Francisco de Vitoria, en cuanto al respeto que los colonizadores debían tener hacia los nativos, sus familias y sus pertenencias; entre ellas, el derecho a la propiedad de las tierras que habitaban por siglos. Esta misma doctrina, ratificada casi por completo en las llamadas Leyes de Burgos y con algunas adaptaciones según las circunstancias, fueron las que siguieron, entre otros, el padre Bartolomé de las Casas en México y fray Gil González de San Nicolás, sacerdote dominico, en Chile. A este último, su fidelidad a los dictados del padre Vitoria lo convirtió en el primero que objetó las políticas bélicas utilizadas para enfrentar a los mapuches.

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AÓNIKENK, PATAGONES O TEHUELCHES. TRES NOMBRES PARA UNA CULTURA EXTERMINADA

Crónica de Fernando Lizama-Murphy

Grupo de tehuelches. Dibujo de 1832.
Grupo de tehuelches. Dibujo de 1832 realizado durante el viaje de Jules Dumont d’Urville.

Según Antonio Pigafetta, el cronista veneciano que, como integrante de la expedición de Hernando de Magallanes, vivió cerca de ellos, los primeros contactos que tuvieron los españoles con los aónikenk ─como se llamaban a sí mismos los habitantes del extremo sur de América, zona que después sería bautizada como Patagonia─ fueron cordiales. Mediante gestos intercambiaron baratijas por pieles y carne de guanaco, además de recibir plumas y huevos de ñandú. No hubo oro, riquezas u otro tipo de minerales o piedras, de esas que tanto ambicionaban los colonizadores.

Los aborígenes del cono sur eran cazadores semi nómades que vivían pacíficamente de lo que la tierra les proveía en una de las regiones más inhóspitas del planeta. Para la cacería, principalmente de ñandúes y de guanacos, eran diestros en el uso del arco y de las boleadoras, arma que manejaban con particular destreza. Estos seres, salvajes para los parámetros de los europeos de la época, porque nunca antes tuvieron contacto con otras culturas que no fueran las de sus vecinos cercanos, causaron una tremenda impresión en los navegantes por su descomunal estatura.

Pigafetta, en su libro Relazione del primo viaggio intorno al mondo (1524), describió así al primer aónikenk que vio:

Este hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura.  De hermosa talla, su cara era ancha y teñida de rojo, excepto los ojos rodeados por un círculo amarillo y dos trazos en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos, escasos, parecían blanqueados con algún polvo.

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