Cuento de Fernando Lizama-Murphy
Despertó sudoroso y angustiado cuando ya comenzaba a amanecer, pero no pudo recordar la pesadilla. Sentía la incómoda sensación de estar iniciando el último día de su vida. Nada le dijo a María Teresa, su mujer, que dormía en la pieza contigua, pero decidió que no iría a trabajar. Se quedó en cama, simulando un fuerte dolor de cabeza, convencido de que así podría burlar al terrible presentimiento. Más tarde comunicaría a su secretaria la decisión.
Pese a lo inhabitual del malestar de su marido, María Teresa no le dio importancia y se marchó al trabajo. Froilán decidió que dormir era la mejor cura para espantar el agotamiento que lo embargaba a esa altura del año, pero meditando en la tenebrosa sensación con la que había despertado, no pudo dormir. Encendió el televisor y decidió tomar un café. En la cocina enchufó el hervidor justo para recibir una potente descarga eléctrica que lo traspasó hasta los huesos. Cayó al suelo convulsionando, con las manos y parte de su brazo quemados; el humo que emanaba de su ropa se transformó en pequeñas brasas, que pronto se transformaron en largas llamaradas que él inerte en el piso y paralizado por el shock, nada pudo hacer para apagarlas. Necesitaba arrastrarse hasta el lavaplatos e intentar ponerse de pié para abrir la llave del agua, pero su cuerpo era una roca gigante clavada en el piso.
Desesperado, sentía el ardor en sus piernas, olía la carne chamuscada, sin poder reaccionar. Quiso gritar pidiendo auxilio, pero las palabras estaban petrificadas en su garganta. Sólo surgió un gruñido que nadie alcanzó a escuchar. Entonces recordó su angustioso despertar de pocas horas antes y la pesadilla resucitó en su mente con todos los detalles. Ahí estaba su mujer junto a un hombre que no pudo identificar, manipulando un artefacto eléctrico. El abrupto despertar aconteció precisamente en el momento en que él se electrocutaba.
¡María Teresa, mi amor, te juro que no te voy a golpear más! ―Alcanzó a pensar antes de que el humo invadiera sus pulmones y las llamas devoraran la vivienda.