Crónica de Fernando Lizama-Murphy
La historia del último siglo y medio de Chile recuerda a dos personajes con este nombre.

El primero de ellos fue el último toqui mapuche que dirigió la guerra contra el gobierno de Chile, episodio que este país bautizó con el inapropiado nombre de “Pacificación de la Araucanía”. Hacia 1861 y al mismo tiempo que los argentinos iniciaban la invasión de la pampa para tomar posesión de esos territorios, el gobierno chileno comenzó a hacer lo propio hacia el sur. Además del temor a que los vecinos ampliaran sus fronteras al oriente de Los Andes, llegando hasta el océano Pacífico, otros dos factores lo empujaron:
Primero, la necesidad de más tierras de cultivos para trigo, producto que se estaba exportando a una California ávida de alimentos, que vivía la fiebre del oro.
Segundo, la aparición en la zona de Orélie Antoine de Tounens, quien intentó crear un país mapuche, autoproclamándose Rey de la Araucanía y de la Patagonia, con el beneplácito del gobierno francés y de muchas tribus, que vieron en esta eventual alianza una forma de consolidar su dominio en los territorios ancestrales, cuya propiedad sentían amenazada.
El 10 de Abril de 1550 el puerto de Sanlúcar se paralizó frente a la procesión de distinguidas damas que cruzaban para embarcar. Nunca el populacho vio a tanta hermosa y elegante mujer junta, y el hecho merecía un minuto de descanso para llenar sus pupilas de esa belleza, tan ajena a ellos. A la cabeza marchaba una viuda, evidente por su negra vestimenta, que tras el velo parecía una dama joven cuyo porte distinguido acusaba su alcurnia.
Desde la aparición de los aviones, la cordillera de Los Andes se convirtió en un desafío permanente para pilotos pioneros de Chile y Argentina. La cruzaron en varias oportunidades en ambos sentidos antes del 1° de Abril de 1921. Fue en esa fecha cuando la primera mujer, una francesa, realizó la hazaña.
Ricardo Eleazar Neftalí Reyes Basoalto, nacido el 12 de julio de 1904 en Parral y que el 28 de diciembre de 1946 pasó a llamarse legalmente Pablo Neruda, murió en la habitación N° 402 de la Clínica Santa María de Santiago de Chile, a las 22.30 horas del 23 de septiembre de 1973, once días después del golpe de estado que derrocó al presidente Salvador Allende y que puso en el poder a una junta militar encabezada por el general Augusto Pinochet.