Las líneas de Nazca constituyen uno de los misterios más grandes que nos ha legado la historia de América. Y se trata de un misterio que, lejos de aclararse, se hace más difuso tanto el paso del tiempo, como por la ingente cantidad de expertos que visitan el lugar. Cada arqueólogo, antropólogo, geólogo o ufólogo, por nombrar a algunos, que concurre al sitio, emite una nueva teoría o modifica las anteriores, dejando espacio a dudas que van acrecentando las incógnitas. Todos estos profesionales, muy respetables por cierto, ven o creen ver una realidad distinta.
El primero que habló sobre estas líneas, que a ojos de no doctos parecían no tener orden ni concierto, fue el español Pedro Cieza de León en 1547, que vio señales de algunos extraños trazos en el desierto alrededor de Nazca. Veinte años después de este hallazgo, el corregidor Luis Monzón las definió como “carreteras”. A partir de entonces cayeron en el olvido hasta que a comienzos del siglo XX fueron sobrevoladas por pilotos peruanos y de otras naciones, que comunicaron el hallazgo de extraños trazos sobre el desierto, algunos con formas de animales fácilmente reconocibles.
A partir de entonces comenzó el peregrinaje de una larga lista de expertos y no tanto, peruanos y de otros países del orbe, que intentaban definir qué eran, quiénes las construyeron y qué sentido tenían para sus autores.
En 1932 los arqueólogos peruanos Julio Tello (considerado el padre de esa disciplina en el país) y Toribio Mejía, comienzan sus investigaciones. Tello sostiene lo mismo que aseverara Monzón cuatrocientos años antes; son caminos. Diez años después, el estadounidense John Rowe asegura que son centros de adoración. El matemático Max Uhle los ve como un gigantesco calendario, mientras otros creen que son canales de regadío. Paul Kosok, que estableció su antigüedad mediante carbono 14, fijándola en el año 550 DC., los definió como calendario y mapa astronómico.
Fue Paul Kosok el que contrató a una ayudante para efectuar mediciones de los trazados de Nazca y que, sin proponérselo, la condenó a una voluntaria cadena perpetua junto a los geoglifos. La ayudante era María Reiche.
Viktoria María Reiche Neumann nació en Dresde, Alemania, el 15 de mayo de 1903. Por problemas derivados de la muerte de su padre durante la Primera Guerra Mundial, no pudo ingresar hasta 1924 a estudiar en la Universidad Técnica de su ciudad natal, donde se graduó como maestra en matemáticas, física, filosofía y geometría. Una vez titulada, en 1932, el cónsul de su país en Cuzco la contrató como institutriz para sus hijos. Desde el primer momento la sedujo el paisaje de la cordillera peruana, montañas que recorrió una y otra vez, empapándose de las culturas milenarias de ese entorno casi virgen. Al parecer, ella no congeniaba con la ideología nazi por lo que su patrón puso fin a su contrato solo un año después, en lugar de los cuatro estipulados originalmente. Sin trabajo, viajó a Lima donde sobrevivió como maestra hasta que en 1936 retornó a Alemania. Un año después volvió a Perú, estableciéndose nuevamente en Lima, donde trabajó como profesora de gimnasia, alemán e inglés. Ya nunca más abandonaría esta tierra.
En la capital conoció a la inglesa Amy Meredith, dueña del Tearoom, un café frecuentado por la intelectualidad limeña. Con la propietaria de ese lugar, a la que le enseñaba alemán, se estableció una estrecha amistad, que según algunos fue mucho más que una simple amistad, porque cuando María viajaba desde Nazca a Lima, alojaba en la casa de la inglesa que, además, se convirtió en la primera mecenas de las expediciones de la alemana. Ahora, cuando se han derribado muchos prejuicios, se dice que fueron pareja, pero en la Lima santurrona de los años cincuenta, solo mencionar eso era pecado.
El vínculo entre ambas duró hasta la muerte de Amy, en 1960, víctima de cáncer. Habla del grado de cercanía el hecho que Amy nombró a María como su heredera. Fue tanto lo que afectó a la investigadora el deceso de su amiga, que durante un tiempo abandonó todas las investigaciones y se recluyó en la sierra, dedicándose a enseñar a niños pobres.
Ahí, en el Tearoom de Amy, fue donde María tuvo el primer contacto con Julio Tello, para quien hizo algunas traducciones. Por intermedio de este arqueólogo peruano conoció a Paul Kosok, antropólogo norteamericano, el hombre que cambiaría su destino.
Traduciendo los trabajos de Kosok supo sobre las líneas de Nazca y mostró tal entusiasmo por el tema, que el estadounidense la convirtió en su ayudante. María viajó por primera vez a la zona en 1941 y ver en terreno todo eso que había leído y visto solo en fotografías, observar desde cerca los enigmáticos surcos, la embelesó de tal manera que decidió dedicar su vida a su estudio.
En ese momento sintió que había encontrado lo que había buscado por años; darle un sentido a su vida, como se lo había hecho saber a su madre en una carta, cuyo inicio citamos a continuación:
“Querida madre: tú me escribes acerca de las grandes expectativas que te has cifrado y comparada con dichas expectativas soy un fracaso. El mundo tiene derecho a esperar más de mí. Pero tienes razón, uno debe primero encontrarse a sí mismo antes de pretender ser algo para el mundo…Es posible que viva algunos años en el anonimato, hasta que el destino me considere digna de asignarme la tarea que ha determinado para mí…”
Junto a Kosok, que le enseñó todo lo que hasta ese momento sabía sobre los geoglifos, en 1945 decidió establecerse definitivamente en la zona. Trabajó con el norteamericano hasta 1949, cuando él regresó a su país. A partir de entonces, María quedó completamente sola.
Pero ¿Qué tuvo la cultura Nazca para seducir de tal manera a una mujer procedente del otro lado del mundo, hasta el punto de hacerla abandonar las comodidades citadinas para vivir en una situación de extrema pobreza por desentrañar sus misterios?
Los nazca ocuparon el territorio hoy comprendido entre los ríos Chincha y Acarí, en la región de Ica, aunque se han encontrado elementos que permitirían suponer que llegaron hasta las cercanías de Arequipa, unos 500 kms. más al sur. De oriente a poniente, se establecieron entre la cordillera, en lo que hoy es Ayacucho y el Océano Pacífico. La mayoría de los estudiosos coinciden en que su desarrollo fue entre los años 100 AC (otros hablan del 300 AC) hasta el 700 u 800 DC., aunque se estima que su mayor auge se produjo en el siglo VI. La capital política y religiosa estaba ubicada en Cahuachi (o Kawachi), cerca de la Nazca actual. Existen ruinas, entre las que destaca una pirámide que llegó a tener veinte metros de alto, además de más de cuarenta montículos, todos de adobes y bastante resistentes, porque han sobrevivido a incontables movimientos telúricos. A raíz de que no se encontraron vestigios en Cahuachi que permitiesen deducir que se trataba de una zona poblada, se cree que solo era un centro ceremonial y que la vida diaria se desarrollaba en las cercanías de los terrenos agrícolas.
Porque los nazca vivían de la agricultura para la que aprovecharon, aparte de otros riachuelos, las aguas de los ríos Ingenio y Aja, que en su confluencia forman el Río Grande. Además existen indicios y construcciones que permiten deducir que utilizaron para regar corrientes subterráneas que circulaban por la zona.
Los estudios actuales los definen como un pueblo guerrero que acostumbraba a cortar las cabezas de los enemigos vencidos y en la parte religiosa veneraban a animales. Se habla de que su forma de gobierno fue una teocracia.
En la parte artística, eran eximios ceramistas, la que pintaban con un amplio abanico de colores obtenidos de la naturaleza. También destacaron por sus tejidos en lana de llamas, alpacas y algodón, que gracias a factores climáticos se conservan muy bien hasta nuestros días.
Pero sin duda que el gran legado que dejaron los nazcas a la humanidad son los dibujos trazados en el desierto mediante el sistema de retirar las capas superiores de terreno, dejando a la vista los estratos inferiores. En cualquier otro sitio del mundo estos trazos hubiesen desaparecido en poco tiempo por la acción de la lluvia y del viento, pero en esta zona las condiciones se confabularon para permitir que se mantuviesen casi incólumes durante más de mil quinientos años.
La gran incógnita es establecer cómo lograban tanta precisión en sus trazos si desde el piso tenían una perspectiva limitada. Para descifrar este misterio se han elaborado las más descabelladas teorías. Incluso unos norteamericanos construyeron un globo utilizando, según ellos, los elementos disponibles en la época nazca, para poder dirigir desde la altura un eventual diseño. El globo solo se mantuvo por pocos minutos en el aire.
No se conocen las causas de la desaparición de esta extraordinaria cultura, aunque se supone asociada a algún cataclismo o a una prolongada sequía que permitió que el desierto que rodeaba sus territorios fértiles se expandiera sin control, lo que los obligó a emigrar hacia mejores tierras.
Existe un estudio del Instituto de Investigación Arqueológica de la Universidad de Cambridge, encabezado por David Beresford-Jones, que llegó a la conclusión que la desaparición de la cultura Nazca está asociada a la deforestación ocasionada por la tala indiscriminada del huarango, árbol clave en su ecosistema, tala que obedeció al deseo de ampliar las áreas de cultivo. Esto, unido a la corriente del Niño que provocó grandes inundaciones en esos años, arrastrando las tierras fértiles hacia el mar, los obligó a buscar otros territorios para los cultivos, lo que facilitó la dispersión de sus habitantes. Al parecer, parte de esta forzada emigración dio origen a la cultura Huari o por lo menos influyó notablemente en ella.
En todo caso, lo que encontraron los investigadores, entre ellos María Reiche, los dejó asombrados. Hasta poco tiempo antes de los hallazgos, nadie imaginaba el enorme legado de esta cultura singular.
La investigadora alemana declaró:
“Aunque se puedan tener diferentes opiniones sobre los dibujos y su significado, una cosa es cierta sin embargo, y es que la existencia de las figuras demuestra que los habitantes de la costa peruana habían alcanzado un nivel cultural insospechado.”
María Reiche no disponía de muchos recursos para llevar a cabo la misión que se autoimpuso y verla deambular por el desierto con una escala en un hombro, una escoba en la mano y un cesto en el que portaba una brújula, la huincha de medir, escuadras y otros elementos básicos utilizados en geometría, la convirtió, en la opinión de los habitantes locales, en “la bruja”. Además, mientras trabajaba, su aspecto personal no le resultaba importante, por lo que vestía ropas que más la hacían parecer mendiga que científica. Al comienzo, los habitantes locales le temían.
Desde la escala observaba con una mejor perspectiva los trazos y con la escoba barría los surcos para que se destacasen las formas que se ocultaban bajo el polvo acumulado por siglos. Además, intentaba reponer los estropicios que causaban vehículos o personas que pasaban por sobre las líneas, dañándolas. Con la huincha medía las figuras, con las escuadras hacía las triangulaciones, componiendo los levantamientos y replicando en su libreta los dibujos que iba descubriendo.
Las líneas de Nazca se convirtieron en su obsesión y su conservación pasó a ser la razón de su existencia. En 1948 publicó su primer libro: “Los dibujos gigantescos en el suelo de las pampas de Nazca y Palpa. Descripción y ensayo de interpretación”, editado por Editora Médica (Lima).
Poco a poco, este tesoro de alrededor de cincuenta kilómetros de largo, por quince de ancho, se fue haciendo conocido y eso representó otro drama, porque una avalancha de personas, más motivadas por la curiosidad que por el deseo de saber, llegó al sector y comenzó a sacar rocas y reliquias que encontraban en los surcos y a circular por sobre los geoglifos. Muchas veces María utilizó su escoba, único elemento a la mano, para espantarlos.
Preocupada por la suerte de sus hallazgos, decidió ocupar una casucha abandonada en medio del desierto para poder estar pendiente día y noche del lugar. Además necesitaba caminar menos para llegar a su lugar de trabajo. Carecía de agua, luz y baño, pero eso parecía no preocuparla. Ahí residía y desde ese sitio iniciaba, todos los días a partir de las cinco de la madrugada, su recorrido, tomando medidas, limpiando y efectuando anotaciones. Eso durante muchos años. Su alimentación era precaria y su vista, nunca buena, se fue dañando aún más con el sol.
Tal como dijimos, interrumpió su trabajo por un breve espacio de tiempo en 1960, cuando falleció su amiga Amy Meredith. Un año antes había muerto el hombre que la empujó a esta aventura, Paul Kosok. Pero no pudo permanecer mucho tiempo alejada de sus dibujos y pronto regresó a cumplir el apostolado que se había impuesto.
Pocos años antes de estas pérdidas, hacia finales de la década del cincuenta, tuvo que llevar a cabo una lucha sin cuartel para salvar este irreemplazable patrimonio.
Estudios desarrollados por algunas instituciones establecieron que los terrenos en los que se encuentran los geoglifos tenían aptitud para el cultivo del algodón. Esto llevó a las autoridades, en Lima, a evaluar un enorme proyecto de irrigación para los valles de Nazca y Palpa, que hubiera hecho desaparecer para siempre este tesoro. Con la energía que la caracterizaba, María recorrió oficinas, publicó artículos en diversos diarios, buscó apoyo en instituciones, montó exposiciones de fotografías que tomó ella misma desde un helicóptero, pero como los trineos le impedían una buena visibilidad, se colgó para que las imágenes resultasen lo suficientemente claras. Tengamos en cuenta que para entonces ya tenía más de cincuenta años. Pero al parecer todos sus esfuerzos caían en el vacío. Nadie mostraba interés por estos dibujos trazados en la tierra.
Cabe hacer notar que el proyecto contra el que combatía María contaba con el respaldo de la comunidad, la mayoría indígenas, que veían en el riego la posibilidad de salir de la pobreza. María tenía que hacerles comprender que el desarrollo turístico de la zona podía darles tantas o más expectativas de trabajo que la agricultura.
Al final y en vista de tanta insistencia, el alcalde de Nazca decidió congelar el proyecto, del que, al parecer, nunca más se volvió a hablar.
Paradojalmente, los nuevos enemigos de Nazca fueron los turistas que circulaban por encima de los dibujos sin ningún cuidado. En una nueva batalla por conseguir fondos, María pudo contratar vigilantes y construir una torre desde la que es posible apreciar algunos de los trazados, a la que permitía subir a los turistas gratis, con el fin de que no invadieran el recinto. Además consiguió que se organizara, en 1965, la Corporación de Reconstrucción y Fomento de Ica, que colaboró con ella en el cuidado y mantención de este gigantesco museo al aire libre.
Ya los años y el desgaste de tanto tiempo de vivir en condiciones mínimas y mal alimentada, le empezaban a pasar la cuenta, su vista empeoraba día a día y el resplandor del desierto poco ayudaba a una eventual recuperación. Decidió hacer un alto y comenzó a ordenar toda la información recolectada. Para esto creó un fichero en el que fue clasificando, organizando apuntes, dibujos y fotografías, en definitiva, preparando su legado.
En 1968 escribió el libro “Secreto de la Pampa”, editado en Alemania, que por fin le abrió las puertas al reconocimiento internacional, lo que significó que muchos investigadores de todo el mundo se avecindaron por Nazca para conocerla en persona y saber de su trabajo. También comenzó a recibir algún respaldo financiero, aunque no conseguía que las líneas fuesen declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Junto con los investigadores comenzaron a llegar turistas europeos atraídos por las imágenes, hasta poco tiempo antes desconocidas para el mundo. Por fin, en 1978 consiguió el primer peldaño de reconocimiento al ser declarados los geoglifos “Zona Protegida”. La trascendencia que estaba tomando el sector quedó en evidencia cuando lo visitaron personalidades de todo el mundo, entre ellas, la reina Sofía, de España,
La ceguera aumentaba y su salud la acompañaba poco para continuar con su peregrinaje a través de la pampa. Un parkinson incipiente la limitaba y ella percibía que iba en aumento.
Para mejorar sus condiciones de vida ocurrieron dos hechos importantes. Su hermana Renate, médico en Alemania, jubiló y se vino a vivir con ella a Nazca, en 1984, tanto para cuidarla como para hacerse cargo de algunos asuntos de María. También por esos tiempos se edificó un hotel en esa misma ciudad, que la acogió junto a su hermana en una habitación mucho más digna que la casucha que ocupaba en el desierto.
Pese a todas las limitaciones que le imponía su salud, continuó con sus recorridos, muchas veces en silla de ruedas, tomando medidas y apuntes, aunque el fuerte del trabajo se lo llevaba Renate, porque ella pasaba muchos días sin poder levantarse, días que aprovechaba para revisar apuntes y escribir. En 1993 publicó su último libro: Contribuciones a la geometría y a la astronomía en el Perú antiguo. Este libro fue editado por la Asociación María Reiche para las Líneas de Nazca. Un año antes el gobierno le había concedido la nacionalidad peruana, un gran anhelo de María. Y al año siguiente de la publicación de ese libro, se concretó el otro anhelo de la ahora peruana María Reiche. Los geoglifos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
En 1996 se estremeció con la muerte de su hermana, durante el último tiempo su gran soporte, tanto en lo anímico como en lo material. Al verla partir sintió cómo su propia vida se le iba y que no le iba a alcanzar el tiempo para hacer todo lo que ella hubiese deseado.
Alguna vez declaró: Tengo definida mi vida hasta el último minuto de mi existencia: será para Nazca. El tiempo será poco para estudiar la maravilla que encierran las pampas. Ahí moriré.
Y ahí murió. El 8 de junio de 1998 un cáncer de ovario puso fin a la vida de esta mujer notable. Había dedicado casi cincuenta años a preservar uno de los tesoros más grandes que las culturas preincaicas legaron a la humanidad.
Hoy muchas organizaciones luchan por conservar la herencia de María y ese invaluable monumento histórico al aire libre, entre ellas la Asociación María Reiche, pero perciben que están perdiendo la batalla. En el sector se han producido tomas ilegales de terrenos, se practica la minería informal, además del daño que causan los vehículos y las personas que circulan por el sector, que por lo extenso, resulta muy difícil de controlar.
El polvo se ha ido acumulando en los surcos que marcaban los dibujos, que se hacen cada vez más difíciles de ver desde el cielo. Los nazqueños extrañan la escoba de María Reiche, su Gran Dama.
Fernando Lizama-Murphy
Talca, junio 2018
Fuentes
Sitio Huellas de Mujeres Geniales. En http://www.huellasdemujeresgeniales.com/maria-reiche/. Consultado, Junio 2018
María Reiche, la matemática alemana que dedicó su vida a proteger las líneas de Nasca en Perú. BBC Mundo 15 de octubre 2017. En http://www.bbc.com/mundo/noticias-41474754. Consultado junio 2018
Asociación María Reiche (http://www.maria-reiche.org/nasca/Inicio.html). Consultado junio 2018.
Historia del Perú – Cultura Nazca. En https://historiaperuana.pe/periodo-autoctono/cultura-nazca/. Consultado junio 2018
Civilizaciones andinas: Cultura Nazca. En https://www.socialhizo.com/historia/edad-antigua/civilizaciones-andinas-cultura-nazca. Consultado junio 2018
Historia del Perú – Proceso económico social y cultural. Autor: Instituto de Ciencias y Humanidades. Lumbrera Editores – 2012