Crónica de Fernando Lizama-Murphy
“…bien juzgo yo que aquel navío que los Nodales toparan perdido y varado en el Cabo de Las Vírgenes, es el navío de Argüello, que allí mismo se perdió y varó unos veinte años antes que llegaran los Nodales allá…”. Nicolás Mascardi SJ (Fragmento de “Relación sobre el descubrimiento de la Ciudad de Los Césares y conversión de los infieles que habitan los llanos hasta el Estrecho de Magallanes”, 1670)

Tercera Fuente
La fiebre de los descubrimientos y conquistas que despertó Cristóbal Colón resultó incontrolable para toda Europa. Las naves que zarpaban desde los puertos españoles, portugueses, ingleses, franceses y holandeses, repletas de marineros cargados de sueños rumbo a estas tierras hasta hace poco desconocidas, eran muchas. Algunos se hacían a la mar en muy precarias condiciones. Otros reunían recursos, solicitaban créditos u obtenían el padrinazgo de algún inversionista para equipar su expedición; y, por supuesto, estaban los que viajaban al amparo de alguna bandera. Todos zarpaban rumbo a las nuevas tierras en busca de la gloria, la fortuna o la muerte.

Gran parte de la historia de la humanidad se ha escrito a partir de sueños, de ilusiones, de búsquedas de tesoros, de ciudades encantadas o de paraísos perdidos. A todos nos gustaría tener un hada madrina o encontrar la lámpara con el genio que nos concede los deseos. Los hombres somos soñadores empedernidos y muchas veces trasmitimos a nuestros semejantes, como si fueran reales, esas visiones que nos llenan de esperanzas por un mundo mejor. Los juegos de azar, las religiones y los partidos políticos son también creadores de utopías que los humanos, llenos de esperanzas, porque no vislumbramos algo mejor, aceptamos como realidades indesmentibles en las que buscamos refugio. Y disfrutamos escuchando a aquellos que nos hablan de mundos más justos, de tierras prometidas, de riquezas inmensas que, una vez conquistadas, nos permitirán una vida de holganza. Nos llevarán al bíblico Paraíso Terrenal o a la Jerusalén celestial.