LA OPORTUNIDAD PARA AMERICA LATINA

SALZBURGO (AUSTRIA) 5/09/2015. Policías forman un cordón frente a los cientos de refugiados que esperan la llegada de más trenes con dirección a Alemania en la estación de Salzburgo. EFE/Barbara Gindl
SALZBURGO (AUSTRIA) 5/09/2015. Policías forman un cordón frente a los cientos de refugiados que esperan la llegada de más trenes con dirección a Alemania en la estación de Salzburgo. EFE/Barbara Gindl

Por Fernando Lizama-Murphy

El mundo occidental que hemos conocido y en el que durante los últimos siglos muchas generaciones hemos vivido de mejor o peor forma, se desvanece. Europa se desmorona frente a la arremetida incontenible de aquellos que escapan del hambre, de la guerra y del fanatismo religioso.

Que huyan no los pone a salvo de nada y muchos piensan que sólo dilatan la agonía, pero ellos, en su andar urgente y urgido, van dejando una huella profunda en la sociedad occidental actual. Desde luego han logrado que el miedo se vaya instalando en la conciencia de los intelectuales occidentales, que paulatinamente lo van transmitiendo a la gran masa, que por el momento permanece adormecida por los reality de la TV o por la hipnótica atracción de los juegos de computador o de los teléfonos inteligentes. Como siempre ocurre frente a la inminencia de una tragedia, muchos prefieren no ver lo que se les avecina, creyendo que con esta actitud “corretean” la desgracia. Otros minimizan las posibilidades e incluso sugieren parlamentar con los invasores, convencidos de la validez de la palabra empeñada. También están los que, en aras de los derechos humanos, están dispuestos a ceder parte de su espacio vital, aunque sin medir las consecuencias de su decisión. Pero cuando el mal momento llega, lo hace para todos y casi siempre, antes de lo esperado.

En el caso actual y que desde nuestra vereda sudamericana nos parece tan remoto, la cultura de los invasores por lo menos permeará aún más la cultura europea y sus costumbres distintas harán que muchos de los forzados anfitriones se sientan muy incómodos al lado de estos nuevos vecinos.

Tenemos que tener en cuenta que se trata de una realidad que muchas ciudades europeas viven ya desde hace muchos años, con todos los contratiempos que este cruce intercultural está produciendo en varios países y, aunque les pese, no les ha quedado otro camino que acomodarse a ella. Es cierto que como contrapartida surgen movimientos extremistas, neonazis u otros ultra conservadores que pretenden aglutinar a una cantidad importante de personas que se opongan, por la vía que sea, a esta situación, pero, por el momento, sólo parecen aleteos de ahogado. Porque no sólo luchan contra los forasteros, también lo hacen contra otras corrientes de opinión que ven como una muestra de salvajismo el no dar espacio a estas personas tan necesitadas.

Claro que lo de ahora es peor a aquello a lo que ya algunos se estaban acostumbrando, porque no se trata de familias o pequeños grupos, de una invasión con cuentagotas, sino de una cantidad gigantesca de personas, de pueblos enteros que huyen en busca de cobijo, y ninguna sociedad está preparada para una invasión de esta envergadura, que para peor de males, sorprende a Europa económicamente muy mal parada, internamente debilitada, sin ninguna posibilidad de acoger a toda esta multitud en condiciones medianamente decentes.

Además resulta imposible garantizar que entre aquella masa invasora que lo hace con fines pacíficos e intentando asegurar su propia existencia, no vengan camuflados elementos extremistas, obnubilados por su fanatismo y decididos a extender el conflicto y la degollina más allá de las fronteras de aquellos países que hoy son su objetivo inmediato. Tampoco podemos olvidar que muchas veces esos mismos fanáticos han dicho que su meta es imponer su fe a todo el universo.

Observando este futuro tan desalentador para el continente cuna de la cultura occidental, quizás sería entonces el momento para que nuestra América Latina aproveche la coyuntura e intente atraer a todos aquellos europeos que se sientan incómodos en este nuevo vecindario que se está formando en sus países.

En Europa, aún en tiempos de crisis, florecen las artes, la tecnología, las universidades invierten ingentes cantidades en investigación y sus científicos tienen una formación académica muy difícil de lograr en nuestras tierras por la falta de recursos que se destinan a estos menesteres. Los museos son recorridos por jóvenes que buscan anhelantes el contacto con artistas de todas las épocas. Las industrias entregan alta calidad y poseen mano de obra calificada en casi todos los productos necesarios para la vida actual. El desarrollo intelectual se mantiene pese a todos los vaivenes de las economías.

Entre las personas, algunos tienen mucho dinero y una gran cultura, elementos que podrían hacerle mucho bien a nuestros empobrecidos territorios, cuyos gobernantes dedican más tiempo a perpetuarse en el poder que a buscar soluciones reales a los problemas de la gente.

La tragedia de los refugiados es dramática y lamentable, pero, si miramos con frialdad, podría convertirse en una real oportunidad para nuestro continente de ser una alternativa para aquellos que están siendo o se sienten desplazados por la masa humana que va ocupando los sitios que antes les pertenecían en exclusividad.

Por supuesto que tendría que ser una inmigración regulada, para evitar los abusos que otrora cometieron aquellos que llegaron en afán de conquista, pero al mismo tiempo esforzarnos para ofrecer un plato seductor a aquellos que estén dispuestos a elegirnos como una alternativa para asegurar su bienestar o la continuidad de sus actividades.

Para conseguir esto, la forma en que están siendo gobernados la mayoría de los países latinoamericanos no sirve. Es necesario que la dirigencia y la ciudadanía tome en serio esta posibilidad y deje de lado las políticas populistas que tan desastrosos resultados han tenido en todo el continente.

A los industriales y a los inversionistas europeos, sobre todo a los del norte, les gustan las reglas claras y permanentes en el tiempo. No debemos olvidar que, así como ellos cruzan el océano en un sentido buscando mejores horizontes, igual lo pueden hacer en sentido contrarios si los vientos cambian para bien en otro lado. No es necesario recordar que, hoy por hoy, el traslado de capitales está a la mano en un clic.

Los europeos pueden ser arrogantes y muchas veces sentirse superiores al resto de los habitantes del mundo. Cuando nuestros países, por razones políticas o económicas, nos han obligado a buscar el futuro en sus tierras, nos han mirado con desprecio y hasta nos han bautizado en forma despectiva. Los “sudacas”, nos dicen.

Pero creemos que, en beneficio de nuestro futuro y el de ellos, podemos olvidar esos detalles y demostrarles que somos un continente que está en condiciones de acogerlos para que traigan su experiencia, su capital, tanto humano como financiero, sus talentos y sus costumbres que, en general, son muy similares a las nuestras, porque muchas las heredamos de ellos. Tal vez sea la oportunidad para resarcirnos, aunque sea en parte, del expolio al que sometieron a nuestro continente durante la conquista, a través de su trabajo y de su inversión,

La invasión de la gran masa asiática y africana hacia Europa está recién comenzando y estamos en el momento justo para comenzar a planificar la manera de recibir a aquellos que ya están abandonando el Viejo Continente en busca de las oportunidades que, aquellos que están llegando, les restan día a día.

Fernando Lizama Murphy

Septiembre 2015

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