Por Fernando Lizama Murphy
Por recomendación de un amigo, descargué (con autorización, por cierto) de la Biblioteca de la Universidad de Harvard un libro, escrito por don Ambrosio Valdés y publicado en Chile por la imprenta “Victoria” en 1890, cuyo título llama la atención: “Ojos de cuenta, pelo de oro”.
Don Ambrosio Valdés Carrera (1843-¿…?), acérrimo balmacedista radicado en Quillota, nieto de don José Miguel Carrera, fue un destacado historiador, pero sobre todo un genealogista que hurgó en las raíces de muchas familias llegadas a Chile durante el período colonial.
Al inicio del libro mencionado, que no fue el único que publicó, cuenta una historia que no pudo ser ratificada en otros textos por este cronista, pero que por lo curiosa, merece ser narrada.
En el libro de Valdés aparecen algunas inconsistencias cronológicas que omitiremos y de igual forma resucitaremos los hechos y a los protagonistas.
Don Alonso González Barriga, andaluz, inició su carrera militar en España a las órdenes del duque de Medina-Sidonia. Luego pasó a México junto al almirante Pedro Portel Casanate, quien lo envió a Filipinas a mando de la escuadra para, desde ahí, pasar a Chile, específicamente a la ciudad de Concepción. Estamos frente a un soldado fogueado en mil batallas al que le correspondió venir a luchar contra los araucanos, donde se reencontró con Portel Casanate, que fue nombrado Gobernador entre 1656 y 1662, año en el que muere de hidropesía, en Concepción.
Antes de fallecer, el gobernador nombra como su albacea a don Alonso González Barriga, hecho que aparece mencionado en el libro “Historia de Concepción 1550-1970”, del historiador Fernando Campos Harriet.
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Cuando el sacerdote jesuita Nicolás Mascardi hacia 1670 plantó unos manzanos en la zona que actualmente es Neuquén no imaginó que se multiplicarían cubriendo cientos de hectáreas de fruta silvestre. Tanto así que el sector tomó el nombre de País de las Manzanas. Ese fue el territorio que, casi dos siglos después, gobernó y por el que luchó Valentín Sayhueque, lonco o cacique principal.
Maestro, explíqueme usted qué es la famosa Civilización que nos tiene que barrer de estas pampas por la angurria de unos pocos hombres que se van repartiendo en tajadas grandotas lo que nos van quitando a nosotros. Pero explíqueme también todas las muertes y todos los atropellos y piense que les están dejando a sus hijos una patria equivocada, empantanada en la injusticia y la mentira. Todos nosotros somos parientes, y vivimos en amistad sobre la misma ancha tierra, pero el huinca tiene la idea errada de que sólo él tiene derecho a vivir en ella. Por ignorancia o por pura mezquindad, está tratando de matar el alma de esta tierra, plantando aquí un mundo ajeno donde caben pocos. Quien sabe algún día vendrán las lluvias y nuestras desgracias retoñarán en algo que sea bueno para nuestros hijos.

