Crónica de Fernando Lizama Murphy

A las nueve de la noche del 13 de Octubre de 1808, en la playa de Quilimarí, fue asesinado el capitán inglés Tristán Bunker, junto a nueve de sus tripulantes, en una celada preparada por varios personajes amparados por Juan Martínez de Rozas, asesor letrado del Capitán General de Chile, Francisco Antonio García Carrasco, también involucrado en el crimen.
Tristán Bunker capitaneaba la fragata Scorpion, que no se dedicaba a la caza de ballenas, como indicaban sus manifiestos, sino que al contrabando en los puertos de Sudamérica, aprovechando la situación de guerra que se vivía en España contra Napoleón. Esto le impedía al gobierno de este país mantener un adecuado abastecimiento de las colonias. Además, gravaba con impopulares impuestos las mercaderías que no fueran de procedencia peninsular, lo que estimulaba la venta clandestina.
Desde mucho antes, los contrabandistas, como piratas y corsarios, frecuentaban las caletas que el gobierno central no podía custodiar por falta de contingente y por lo extenso del litoral. Por ahí se descargaban muchas mercaderías. Entre las más apetecidas estaban las telas inglesas que vestían las damas de la sociedad chilena. La verdad era que, frente al desabastecimiento de varios artículos, no existían muchos interesados en impedir el alijo y algunas autoridades hacían la vista gorda. Seguir leyendo «LOS MUERTOS DEL SCORPION»
Hace unos días recibí este correo en el que se informa, por parte de un organismo aparentemente especializado, los destinos de dineros venezolanos generosamente repartidos a otros mandatarios latinoamericanos. Como se puede ver, la información no incluye a los Castro, de Cuba.

Nacimos el mismo día desde el mismo vientre. A mí los vientos de Playa Ancha me arrastraron al mar; él prefirió la relativa quietud de una oficina bancaria. Yo opté por los amores fugaces, de esos cuyas huellas se borran como pisadas en la arena; él armó una hermosa familia con su mujer y sus tres hijos.
La mente humana es un enigma aún por resolver. El cerebro es una floración de la espina dorsal, la cúspide de aquella escalera que hizo posible que algunos primates, en los remotos tiempos en que el alma humana descendía a la Tierra, se irguieran del suelo y levantaran su vista a las estrellas. Sólo así el receptáculo -el cuerpo de los primates- pudo
